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Inmigrantes Irlandeses
Doloresonline

Por José Fernando Selva 2001


"Cuando la patria desplegaba su vocacion hacia todos los rumbos de la tierra, integrantes irlandeses ya estaban en nuestro suelo. Después de viajes de tres a seis meses de duración, había triado como un único tesoro el brillante color de sus ojos claros, la tez blanca y cabello rubio. Se decían entonces que eran alegres, locuaces, llenas de ansias de vivir y fuertes como robles y de muy larga vida. Traían una fe: la religión católica; un Santo, San Patricio, un símbolo; la hoja del trébol; una danza; el jig"; magnifica descripción esta, el escritos Alfredo Caseis en homenaje a su antepasado. La pampa los apasionan y la provincia de Buenos Aires con sus fértiles praderas los atrapa. Los rubios pioneros fijan residencia en la zona de Morón, Luján, Merlo, Pilar, Cañuelas, Quilmes, Capilla del Señor, Zarate, San Miguel del Monte, Ranchos, Chascomús, Dolores y Pila. El idioma fue una valla que supieron superar con inteligencia. "Hubo un momento en que el campo de la provincia de Buenos Aires estuvo en una cuarta parte de la explotación de irlandeses", sostiene el historiador Maihall. Dolores se beneficio con el trabajo de esos extranjeros que llegaron a su suelo de los primeros dias de su fundación. Los Dillon, Killamet, Redmond, Brie, Whitte, Yates, Bolland, Mac Kenzie, Beazley, Mulleady, y posteriormente los Casey, Butler, Kelly, Hughes, Duffy, Mac Donnal, Robins, Murray, Griffin, Gilligan, Kelly, Harington, Murphy, Garly, O Gormann, Fahey Reddy, Kehoe, Wilson, Walker, Smith, a los que se suman con el tiempo los Drake, Rooney, los Mec Kievi, antepasados del exjefe comunal; los Wallace, Cullen, Melín, Lynch, los Girat y muchos mas, aportan al esfuerzo de una raza ennoblecida en el rudo trabajo de campo. Para ellos fieles a su fe católica, el arzobispo de Dublin Monseñor Murria designo, en 1843, como su delegado capellán, al padre Antoni Fahy que se convertiría en el asesor espiritual del almirante Guillermo Brown, a quien confortaran cristianamente en el momento de su muerte. El padre Fahy constituyo una parroquia rural para atender a los partidos señalados precedentemente a toda la colonia irlandesa. Para Dolores designo presbíteros Eduardo Kavanagh, Juan José Curley y Juan José Purcell, que durante los años 1856 a 1881 cumplieron en nuestros medios con la misión de enseñar la Palabra de Dios, no solamente a la feligresía irlandesa, sino a todo que pidiera un consejo o una ayuda. Varias veces el padre Fahy llego a Dolores, después de una prolongada travesía a caballo, para tomar contacto con sus connacionales. Permítaseme una pausa en este relato. Quiero señalar que en toda extensión del territorio patrio, de desoladas tierras fueguinas hasta el impenetrable Chaco, la presencia de los irlandeses gravito positivamente del país inmediatamente a nuestra independencia. La perdida total en Europa de la cosecha de papas en 1840, acentuada posteriormente por espacio de varios años, ocasionó el hambre que costo alrededor de un millón de vidas. Este hecho dio motivo a una emigración masiva dispuesta por el gobierno de Londres hacia sus colonias. Las Islas Malvinas, tan caras a los sentimientos nacionales, conocieron sin embargo el accionar de los gaélicos mucho antes de esa hambruna. Allí se encontraban radicadas varias familias irlandesas, entre ellas la de James G. Mac Kenzie quien en 1962, como integrante del Poder Legislativo del citado archipiélago, fue electo gobernador por espacio de cinco años, hasta 1866 inclusive. Rumbo a esas islas partió Don Tomas Jates con su esposa Margareth y sus hijos, entre ellos Hellen de 19 años, joven que ejerció como partera en agrestes parajes de PortStanley (hoy Puerto Argentino). Conoció allí a su compatriota Allan Mac Kenzie bisabuela del exponente y sobrino a la vez de James G. Maca Kenzie, integrante, como señalara, del Poder Legislativo y gobernador entonces, de las islas del Atlántico sur y sector marítimo correspondiente; y luego de un corto noviazgo se casó el 1 de febrero de 1855 en la Parroquia de la Santísima Trinidad, con dispensa eclesiástica por ser la novia católica. Consagro dicha unión el capellán interino, Registrador Henry Faulkner. El joven matrimonio obtuvo permiso para trasladarse al continente, desembarcando en el puerto de Ajó, donde Mac Kenzie conoció en la estancia Las Víboras al hacendado Nicolás de Anchorena, quien le ofreció el cargo de administrador de sus establecimientos rurales en los parajes Toldos Viejos, Hinojales y Pila; allí falleció el 7 de noviembre de 1878, a la temprana edad de 49 años, víctima de un cáncer en el esófago como lo atestigua el respectivo certificado de defunción expedido en Dolores por el facultativo Dr. Pedro Villahoz. Tanto Allan Mac Kenzie como Hellen Yates están sepultados en esta ciudad, en la bóveda de sus descendientes. Hellen Yates de Mac Kenzie al fallecer su esposo, ejerció como obstétrica en varios sectores rurales de Pila, Ayacucho, Tandil, Maipú, General Guido, Albarden y Castelli, hasta su deceso ocurrido en Dolores el 10 de agosto de 1914. Fue madre de mi abuela paterna, Margareth Cándida Mac Kenzie que caso con mi abuelo italiano Jorge Amadeo Selva con una descendencia de 12 hijos, entre ellos mi padre José Roberto Selva.



 

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