"Cuando la patria desplegaba su vocacion hacia todos
los rumbos de la tierra, integrantes irlandeses ya estaban
en nuestro suelo. Después de viajes de tres a seis meses de
duración, había triado como un único tesoro el brillante color
de sus ojos claros, la tez blanca y cabello rubio. Se decían
entonces que eran alegres, locuaces, llenas de ansias de vivir
y fuertes como robles y de muy larga vida. Traían una fe:
la religión católica; un Santo, San Patricio, un símbolo;
la hoja del trébol; una danza; el jig"; magnifica descripción
esta, el escritos Alfredo Caseis en homenaje a su antepasado.
La pampa los apasionan y la provincia de Buenos Aires con
sus fértiles praderas los atrapa. Los rubios pioneros fijan
residencia en la zona de Morón, Luján, Merlo, Pilar, Cañuelas,
Quilmes, Capilla del Señor, Zarate, San Miguel del Monte,
Ranchos, Chascomús, Dolores y Pila. El idioma fue una valla
que supieron superar con inteligencia. "Hubo un momento
en que el campo de la provincia de Buenos Aires estuvo en
una cuarta parte de la explotación de irlandeses", sostiene
el historiador Maihall. Dolores se beneficio con el trabajo
de esos extranjeros que llegaron a su suelo de los primeros
dias de su fundación. Los Dillon, Killamet, Redmond, Brie,
Whitte, Yates, Bolland, Mac Kenzie, Beazley, Mulleady, y posteriormente
los Casey, Butler, Kelly, Hughes, Duffy, Mac Donnal, Robins,
Murray, Griffin, Gilligan, Kelly, Harington, Murphy, Garly,
O Gormann, Fahey Reddy, Kehoe, Wilson, Walker, Smith, a los
que se suman con el tiempo los Drake, Rooney, los Mec Kievi,
antepasados del exjefe comunal; los Wallace, Cullen, Melín,
Lynch, los Girat y muchos mas, aportan al esfuerzo de una
raza ennoblecida en el rudo trabajo de campo. Para ellos fieles
a su fe católica, el arzobispo de Dublin Monseñor Murria designo,
en 1843, como su delegado capellán, al padre Antoni Fahy que
se convertiría en el asesor espiritual del almirante Guillermo
Brown, a quien confortaran cristianamente en el momento de
su muerte. El padre Fahy constituyo una parroquia rural para
atender a los partidos señalados precedentemente a toda la
colonia irlandesa. Para Dolores designo presbíteros Eduardo
Kavanagh, Juan José Curley y Juan José Purcell, que durante
los años 1856 a 1881 cumplieron en nuestros medios con la
misión de enseñar la Palabra de Dios, no solamente a la feligresía
irlandesa, sino a todo que pidiera un consejo o una ayuda.
Varias veces el padre Fahy llego a Dolores, después de una
prolongada travesía a caballo, para tomar contacto con sus
connacionales. Permítaseme una pausa en este relato. Quiero
señalar que en toda extensión del territorio patrio, de desoladas
tierras fueguinas hasta el impenetrable Chaco, la presencia
de los irlandeses gravito positivamente del país inmediatamente
a nuestra independencia. La perdida total en Europa de la
cosecha de papas en 1840, acentuada posteriormente por espacio
de varios años, ocasionó el hambre que costo alrededor de
un millón de vidas. Este hecho dio motivo a una emigración
masiva dispuesta por el gobierno de Londres hacia sus colonias.
Las Islas Malvinas, tan caras a los sentimientos nacionales,
conocieron sin embargo el accionar de los gaélicos mucho antes
de esa hambruna. Allí se encontraban radicadas varias familias
irlandesas, entre ellas la de James G. Mac Kenzie quien en
1962, como integrante del Poder Legislativo del citado archipiélago,
fue electo gobernador por espacio de cinco años, hasta 1866
inclusive. Rumbo a esas islas partió Don Tomas Jates con su
esposa Margareth y sus hijos, entre ellos Hellen de 19 años,
joven que ejerció como partera en agrestes parajes de PortStanley
(hoy Puerto Argentino). Conoció allí a su compatriota Allan
Mac Kenzie bisabuela del exponente y sobrino a la vez de James
G. Maca Kenzie, integrante, como señalara, del Poder Legislativo
y gobernador entonces, de las islas del Atlántico sur y sector
marítimo correspondiente; y luego de un corto noviazgo se
casó el 1 de febrero de 1855 en la Parroquia de la Santísima
Trinidad, con dispensa eclesiástica por ser la novia católica.
Consagro dicha unión el capellán interino, Registrador Henry
Faulkner. El joven matrimonio obtuvo permiso para trasladarse
al continente, desembarcando en el puerto de Ajó, donde Mac
Kenzie conoció en la estancia Las Víboras al hacendado Nicolás
de Anchorena, quien le ofreció el cargo de administrador de
sus establecimientos rurales en los parajes Toldos Viejos,
Hinojales y Pila; allí falleció el 7 de noviembre de 1878,
a la temprana edad de 49 años, víctima de un cáncer en el
esófago como lo atestigua el respectivo certificado de defunción
expedido en Dolores por el facultativo Dr. Pedro Villahoz.
Tanto Allan Mac Kenzie como Hellen Yates están sepultados
en esta ciudad, en la bóveda de sus descendientes. Hellen
Yates de Mac Kenzie al fallecer su esposo, ejerció como obstétrica
en varios sectores rurales de Pila, Ayacucho, Tandil, Maipú,
General Guido, Albarden y Castelli, hasta su deceso ocurrido
en Dolores el 10 de agosto de 1914. Fue madre de mi abuela
paterna, Margareth Cándida Mac Kenzie que caso con mi abuelo
italiano Jorge Amadeo Selva con una descendencia de 12 hijos,
entre ellos mi padre José Roberto Selva.
|